Cómo hacer de los domingos a la noche un espacio placentero

Lilly Roth, Flavia Affranchino, Italo Daffra y Mariano Cordovero en El Náufrago, 2001.

Parece mentira que ya pasaron diez años. Fue una linda experiencia que de entrada quiso ser una manera de canalizar un hobbie, el gusto por la música. Por aquellos años editaba tres revistas mensuales de tecnología y negocios, y tenía un programa de radio de tecnología, que se ponía cada vez más B2B, y me resultaba todo muy monótono. Entonces decidí abrirme un espacio en radio para la música. No pretendía ser “un programa de radio” con el formato de “Hola, bienvenidos a Radio tal y cual”: la intención era trasladar un clima, el que se creaba cuando con mis amigos compartimos música, cuando en el living nos sentamos a escuchar y comentar distintos albums. Y en esas reuniones había un componente esencial para que la atmósfera fluyera: el vino.

Decidí, entonces, que El Náufrago sería un programa de música y vinos. Nunca terminó de sonarme bien la combinación de palabras, pero en sus esencias y en la combinación, se generaba una atracción entre quienes lo escuchaban, que no me hizo dudar: era la forma de presentarlo.

Pero además, había algo en salir al aire los domingos a la noche. Tenía nostalgias de un programa de radio que no había sido un símbolo de una generación como fueron Radio Bangkok o 9 PM, de Lalo Mir, pero que para mi era un remanso para sobrellevar los domingos a la noche. Se llamaba Piso 93 y la conducía un tipo que una noche me llamó a mi casa para advertirme que en un chat había un médicos argentino esperandome, y yo no lograba con mi conexión dial up (telefónica) enganchar con mi modem. Fue en 1996, año en que colaboré con Noticias, y entrevisté a un argentino precursor en medicina por Internet, en EE UU, claro. Cuando escuché su voz me sorprendió y le pregunté si era Rafael Hernández, a lo cual me mostró su humildad habitual, sorprendiéndose porque yo lo había reconocido.

Trabados amistad por Internet, y cuando empecé con El Náufrago, lo invité varias veces para compartir con él vinos y música de todos, incluída la que traía él con exquisito gusto.

De espaldas, el Rafa Hernández (¡no encuentro una de frente!), Lilly, yo y el Ruso Verea.

Hace poco saludé por su regreso a la radio al Rafa, y su comentario me emocionó. Dijo:

Me puse a pensar por qué tanta movilización. Y había una historia que no recordaba: yo había creado El Náufrago a imagen, semejanza y sobre todo con la piel que me había trasmitido Piso 93, que fue un programa que condujo el Rafa en los comienzos de los noventa por Rock And Pop. Iba, igual que El Náufrago, los domingos a la noche. No pensé mucho en la coincidencia, fue natural: cuando los domingos a la noche sentía que necesitaba algo como Piso 93, me lo hice a medida. Por eso que el Rafa elogie lo que hicimos, me llenó de satisfacción.

Les dejo algunos fragmentos de El Náufrago, que me dieron mucha nostalgia y ganas de volver a armar algo parecido.

Aquí comentamos con Lilly Roth, amiga que me acompañó en aquella locura, sobre los aromas del vino que tomamos esa noche. Esto fue en pleno corralito del 2001 y previo a la debacle del país (¡qué malos eran los separadores que escribí y pensé yo mismo!):

En este otro fragmento, hablamos de los varietales, cuándo surgieron, y después, un poco de (buen) blues:

Qué lindo clima que se creaba, casi antirradial…

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Ah: para poder servirnos vino en la radio, tuvimos que hacer un contrato con la emisora que permitiera esa excepción, porque en los estudios no se puede tomar ni comer, solo puede ingresar agua.

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